LUMINOSIDAD COMO NINGUNA
El sol y su luminosidad, gracias a ese cielo seco como pocos, es el gran factor al que atenerse en Alcohuaz, explica Marcelo Retamal. Si en Limarí el syrah necesita de 90 días entre pinta y su madurez optima, aquí ya a los 1.700 m.s.n.m. sólo necesita 45 días, agrega el enólogo que vinificó por primera vez las uvas de este proyecto de la familia Flaño. (
ver primera parte acá). Una consecuencia de este excesivo sol es que la piel de las uvas se vuelve extremadamente gruesa. Y, como la madurez del jugo puede ya estar óptima, pero no sus partes sólidas (como pieles, pepas y raquis), la extracción del color y el tanino sin obtener demasiada rudeza se vuelve todo un arte.
Por ello, buscando darle sombra a los racimos y así atrasar la madurez, cuenta Retamal, fue como primero llegaron a utilizar el sistema de conducción de parrón elquino (espaldera con una extensión), el que busca desarrollar la canopia dando sombra al racimo, y no lo contrario, como suele ocurrir con el sistema tradicional de espalderas.
Luego, una vez cosechada la uva, la necesidad y el ingenio les llevó a otra cosa: a construir lagares de piedra, para poder molerlas con los pies, ya que éste es el objeto de presión más blando que existe. Así fue como el año 2011 construyeron su primer lagar.
LOS VINOS DE VIÑEDOS ALCOHUAZ
Mi visita fue a mediados de marzo, en plena vendimia del syrah plantado justo al lado de los cuatro lagares que ya están operativos este año. Y donde ya se fermentaba un par de garnachas cosechadas unos días atrás. Las uvas de aquel syrah eran turgentes, perfectas, muy oscuras y pequeñitas. Despalillado a máquina y en pequeñas gamelas iba llenado de a poco un tercer lagar bajo el mismo techo. Desde arriba, a la vista, sus uvas brillaban diminutas, como el más fino caviar de esturión. Cinco mil kilos del más fino caviar de syrah.
Apenas unos metros más debajo de aquellos lagares, ya se está abriendo en el cerro una gruta gigante donde se guardarán los cuatro huevitos de cemento que acaban de llegar, y los cuatro más que ya descansan abajo en el pueblo llenos con las cosechas 2011 y 2012. Habrá madera, sí, pero sólo a partir del 2012. Se trata de las mismas cubas ovales de roble austríaco que De Martino tiene en Isla de Maipo y que por lo que hemos visto aquí con la cosecha 2012 le aportan y/o destacan un delicado toque floral al carignan participando en la mezcla junto a la garnacha, syrah y petite sirha. Este 2013, además, seguirán experimentando con cubas ovales de raulí.
Abajo en el pueblo (donde tienen una bodega de guarda provisora) probamos también la mezcla, esta vez la final de lo que será el 2011; es una mezcla de syrah, garnacha y petite syrah, y ya está lista para embotellar después de dos años reposando en huevitos de cemento. El vino es hoy una maravilla de contrastes: la nariz muestra notas sutiles a cenizas y frutos negros, en boca es suave y tenso; de acidez exquisita y fruta negra madura; de taninos marcados, largos, parcos. Así es, de madera, nada. Y si Gerard Basset cuando estuvo aquí el año pasado y lo probó dijo después de mucho reflexionar que el vino no necesitaba madera, tenía toda la razón. No la necesita, todo lo que un gran vino necesita ya está, y sin ella.
Pero en El 2012 si tendrá al menos algo de esa madera austríaca y, según me explica Retamal, así seguirán cambiando las cosas y la mezcla de las variedades por al menos unos 10 años más; hasta definir claramente qué quieren. Y, cuando así sea, entonces nunca más se volverá a cambiar su fórmula. Un segundo vino existirá para hacer crecer la familia, a partir de la cosecha 2012.
EL ALMA DEL PROYECTO
Por lo que vi y escuché, aquí arriba la cosa es así: Retamal (un hombre práctico, de alma vieja sabia como le dictó una de las clarividentes del Elqui, a lo que yo sumo lo sabio) es quien explica lo que es necesario para hacer el mejor vino con la menor intervención posible. Patricio Flaño (hoy dedicado al proyecto), investiga, inventa y diseña en base a los requerimientos del Reta. Y, finalmente Juan Luis Huerta, también socio del proyecto (ex Alcalde de la zona) ejecuta todo ojalá con los mínimos recursos del lugar. Así es como Juan Luis y su mujer Helia, los únicos socios que residen en la zona, son para todos los demás el alma del proyecto. Sin ellos, este proyecto no sería lo que es, dicen una y otra vez tanto Retamal como Patricio.
Fue Juan Luis por cierto quien desarrolló, sin ninguna bomba, el sistema de riego que poseen los viñedos hasta los 2.208 msnm (sólo usando la presión del agua); a su vez dio con los maestros precisos para construir los lagares de piedras; y también se le ocurrió tapar los porros de las piedras de los lagares con cenizas para evitar las fugas del mosto; y como no, ideó el sencillo sistema de refrigeración de los lagares en fermentación con botellas de agua congeladas. Helia, en tanto, pone el toque femenino, y también el orden en las finanzas.
Así es como aquí el Alcohuaz, no hay afamados arquitectos diseñando una bodega de millones de dólares, ni cavas subterráneas o ingenieros desarrollando proyectos hidráulicos titánicos. Si bien, no se puede negar que sí hay recursos de sobra, y varios socios poniendo lo mejor de sí, ninguno tiene prisa. Podría bien decir que el ingenio y las energías ocultas, mandan aquí arriba más que las billeteras.