El primer “rascacielos” construido en Chile, alberga desde marzo pasado al restaurante Quijote, una experiencia que ha revitalizado la gastronomía en el centro de nuestra capital.
A finales del 2008, se inauguró en pleno centro de Concepción un restaurante con una infraestructura privilegiada de más de 700 metros cuadrados y con una capacidad para 330 personas bajo la marca “Don Quijote”.
Cuatro años después -con el sueño de repetir el éxito logrado en Concepción-, a comienzos del 2013, instalan una nueva sucursal, esta vez en el centro de Santiago. El edificio Ariztía, el primer rascacielos de Chile con diez pisos y construido el año 1921 en la calle Nueva York; desde inicios de este año acoge en su primer piso y subterráneo al Quijote. El cuerpo y alma del este restaurante -ubicado en un rincón glamoroso del sector financiero- son Camila Bianchi y Francisco Lama. Esta pareja, que se conoció en el homónimo Quijote de Concepción, nos recibió junto a Don Quijote, quien visita el lugar todos los días durante el almuerzo. Su sabrosa cocina, al mando del chef Sebastián Gamboni, no tiene pretensiones de encasillarse bajo ninguna etiqueta o nacionalidad; tal vez por lo mismo sus puertas están abiertas todo el día, desde las 8:30 de la mañana para un desayuno, a mediodía y hasta bien entrada la tarde para despedir la jornada.
El centro de Santiago ha ido revitalizándose poco a poco luego de haber perdido supremacía frente a otros barrios. Es así como podemos ver nuevas construcciones y más movimiento en lo que se consideran las ocho manzanas del poder, que rodean el Palacio de La Moneda y centro de los poderes del estado. Una de esas manzanas, la que acoge a la Bolsa de Comercio de Santiago, bulle de actividad frenética durante el día, y ahí, a pasos de la Bolsa y de las oficinas centrales de grandes bancos, abrió hace pocos meses Quijote, un restaurante que recibe a innumerables ejecutivos de empresas y gente de gobierno (y de oposición), desde las horas previas al almuerzo, con un buen café, hasta ya finalizada la tarde, antes del regreso a casa.
Es que el centro de la capital tiene horario. 12 horas de ocho a ocho, donde los negocios son parte de una agitada vida y luego, las horas nocturnas, donde se otro target (por así decirlo) se toma el centro. Quijote apunta a las horas del día, y con un éxito mayor al esperado.
Me enteré por su chef Sebastián Gamboni, ex sous chef de Giancarlo Mazzarelli en Puerto Fuy y luego chef del Zinnia. Hace un tiempo lo llamaron para enfrentar un desafío nada de menor: atender al menos a 300 comensales a la hora de almuerzo con un buen producto, buenas y variadas recetas y sin que la cocina quede corta. Menudo desafío que fue superado gracias a Gamboni y a un eficiente equipo de cocineros que preparan diariamente una gigantesca mise en place para no defraudar a sus clientes.
Allí llegué la semana pasada junto a un amigo. Festejando la reciente entrega de siempre cuestionada Patente de Alcoholes, el local estaba repleto. Un primer piso acogedor, con reminiscencias francesas y un gran subterráneo muy iluminado, con techo de cristal y un par de comedores privados.
Al compás de un fresco Gin Tonic y luego un sauvignon del año, comenzaron a llegar los platos: un Piqueo de entrañas para comenzar. Justo para dos personas, con una entraña blanda y jugosa, acompañada de tomates asados y vegetales grillados. Luego, Ajíes y pimentones rellenos de gran sabor y poco picor. Mientras degustábamos los platos, revisábamos al respetable público asistente. Mucha corbata y moda. Definitivamente es más que un menú ejecutivo. Es un restaurante hecho y derecho con opciones para el desayuno; carne, pescados y pastas para el almuerzo (donde el Cancato –merluza y longaniza- es el plato estrella) y sándwiches para la hora del té. Además, las famosas sugerencias del chef, de la cual probamos un Boeuf Bourgignon con risotto al vino tinto, con un arroz algo ácido causado por los taninos del vino; y una Plateada tradicional con puré sureño de una blandura y sabor perfecto.
Grandes y suculentos platos no dejaron espacio para los postres, que a un promedio de $ 3.000 cautivan de preferencia a las féminas. De ellos, una tremenda porción de torta Quijote, de hojarasca, con vainilla, manjar y suspiro limeño, cubierta con merengue italiano y chocolate. ¿Será vicio?
Así es Quijote. En su próxima visita al centro de Santiago, que cada vez se torna más amistoso y atractivo, entre por la remodelada calle Nueva York y se encontrará con esta novedad. Un buen equipo de mozos lo atenderá de la mejor forma, y si se encuentra con Don Quijote invitándolo a entrar al local, tómelo con toda la gracia del mundo, ya que acá, aparte de tratarlo bien y sin ser un comedor de siete estrellas, quedará feliz y con ganas de regresar a degustar de una carta que nunca cansa. (Fotos: 800.cl)
Restaurante Quijote
Dirección Nueva York 52, Santiago Centro
Teléfono 9322 4859
(*) Juan Antonio Eymin es cronista gastronómico y fundador de Lobby, la primera revista destinada al sector hotelero y gastronómico de Chile. En la actualidad sus comentarios pueden ser leídos en varias publicaciones. Su independencia le da la libertad necesaria para aconsejar a sus lectores, por eso donde va gusta destacar lo bueno y lo malo.